Te habla Montserrat Bellido Durán, para tu éxito: En el amor, como en la guerra, hay que darlo todo por el todo. Nada de estrategias complicadas, pues vienen los enemigos y asaltan la fortaleza, y te puedes quedar sin nada.
El amor es un sentimiento creador y maravilloso, y quien ama de esta manera, real y sincera, no necesita emprender una guerra, ni de celos ni de envidias, ni de preguntas tontas como la siguiente: ¿cómo quieres que sea? Tú, y la otra parte, tiene que ser como es, porque en cada quién hay un ser maravilloso, si sabe cuidar de su carácter, de su apariencia y, sobre todo, de la forma y manera de usar de las palabras. La pasión, encendida por el odio, eso no es amor, como tampoco lo es la pasión mal entendida, la que sólo quiere placer carnal sin el elemento creador, que es el regulador y propagador de tal amor. Es decir, quien no quiere hijos, no ama lo suficiente al otro.
Antes, hubo una larga temporada, en que las chicas alocadas iban gritando a los artistas: “¡quiero un hijo tuyo!”; eso fue antes de que el capitalismo hiciera estragos en las relaciones sentimentales, porque al final, el sentimiento tuvo forma de dinero; y ahora que no hay dinero, a causa de la crisis económica mundial, ahora, ¿quién ama de verdad?; pocos, porque sin dinero, muy pocos se creen merecedores de este amor eterno, este amor que cantaron los juglares en las plazas de los pueblos, invitando a las doncellas a ponerse guapas y bellas para hacer salir de su caparazón al virtuoso varón, que encerrado estaba en su concha, perplejo de angustia por no saber decidir a quién elegir para ponerle el anillo en el dedo. Luego vinieron, con los tiempos modernos, los cantantes que cantaban ese amor eterno, que pocos varones sabían expresar con acierto, y le dedicaban a la chica la canción que ellos hubieran querido cantar, de tener buena voz y carecer de vergüenza. Luego pasaron más cosas, una de ellas es que descubrieron la píldora anticonceptiva, y se terminó el romanticismo en masa, se pasó al consumismo del cuerpo, sin, desde luego, el respeto que se debe a uno mismo, por ser quien es cada uno, ¡un ser semejante a Dios mismo, a Jesucristo! Pero el amor verdadero, como os digo, es creador, necesita dejar huella en la existencia de esta vida, necesita proclamar su amor con los hechos de su unión, que son los hijos, fruto de este amor bendecido por Dios.
Montserrat Bellido Durán
©copyright (Extracto del libro Coaching Tu Éxito)